San Román
San Román. Abad. Monje y fundador
28 DE FEBRERO
Román, de origen Latino. Habitante de Roma.
Nació en el condado de Borgoña, hacia el año de 390: sus padres lo criaron en el santo temor de Dios.
Por la rectitud de su corazón y por la pureza de sus costumbres siempre fue respetado y tratado como santo.
Como San Román estaba poco instruido en la vida monástica, decidió ir en busca de un santo abad de Lyon, llamado Sabino, para así aprender todo sobre la fe.
Los grandes ejemplos que observó en esta comunidad, le avivaron los deseos de imitarlos.
Se retiró del monasterio con mucho entusiasmo se fue al monte Jura, ha practicar todas las virtudes aprendidas.
Permaneció en aquel sitio, algunos años en una perfecta soledad. Empleaba una gran parte del día y la noche en meditar las grandes verdades de la religión, en cantar salmos y en considerar las misericordias del Señor.
Lo restante del tiempo lo ocupaba, en cultivar un corto espacio de tierra, y en leer las vidas de los Padres y las instrucciones de los superiores, apenas interrumpía sus ejercicios para dormir un poco.
Luego de mucho tiempo de vivir en la soledad, una noche, se apareció en sueños á su hermano Lupicino, invitándolo á que lo fuera á buscar para participar de los gozos del desierto.
Lupicino despertó, y, movido por aquel sueño, dejó á su madre y á su hermana y fue al instante á reunirse con su hermano.
Eran tan grandes los progresos espirituales que tenían estos dos grandes santos, que pronto lo noto el enemigo.
Cuenta Gregorio Turonense, que una vez, el demonio intentó desviarlos del desierto con todas las tentaciones posibles; siempre que se ponían en oración, caía sobre ellos una especie de lluvia de piedras.
El demonio logro su cometido; porque, como los dos nuevos solitarios tenían poca experiencia en el combate contra el mal, decidieron dejar ese tranquilo sitio para ir a buscar otro lleno de la mística quietud.
Cuando iban de camino, se hospedaron en casa de una buena mujer, y esta, al escuchar el porqué estos dos hombres venían huyendo, los reprendió y les habló con tanto celo de Dios y sobre las tentaciones, que los hermanos quedaron avergonzados de su cobardía, y regresaron entonces a aquel sitio.
En poco tiempo, se le unieron muchos discípulos. Los primeros que descubrieron el lugar donde estaban escondidos, fueron dos jóvenes eclesiásticos de Noyon, á los que siguieron muchos más.
Hubo la necesidad fundar un monasterio, siendo éste el principio de la célebre abadía de Condat, llamada después de San Oyend, quien fue discípulo de San Román.
San Hilario, estuvo por esas tierras cercanas a estos dos hermanos y llegaron a sus oídos tantos testimonios de las virtudes de Román, que le hizo llamar.
En las conversaciones que tuvo con él, se dio cuenta de la santidad que poseía, y sin perder tiempo, le confirió los mandatos sagrados. Una vez hecho Sacerdote lo regresó á su monasterio de Condat.
Con el tiempo San Román edificó otros monasterios, entre ellos uno para damas, el monasterio de Beaume, cuando el Santo murió, se contaba con ciento cinco religiosas, gobernadas por una hermana del mismo Santo, que fue la primera abadesa.