Santa Águeda
Santa Águeda
4 DE FEBRERO
Águeda. De origen griego, «la buena», «la virtuosa».
Al igual que: Santa Inés, Santa Cecilia y Santa Lucía, Águeda
decidió conservarse siempre pura y virgen, por amor a Dios.
En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio, el gobernador Quinciano se propuso enamorar a Águeda, pero ella declaro su amor y consagración a Cristo.
Para hacerle perder la fe y la pureza el gobernador la encerró en una casa de mujeres de la mala vida.
Santa Águeda estuvo prisionera un mes, pero ni así logro hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le hizo a Dios.
Allí, en esta peligrosa situación, Águeda repetía las palabras del Salmo 16: «Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan.
El gobernador la mando torturar le destrozaron el pecho a machetazos y la azotaron cruelmente. Pero esa noche se le apareció el apóstol San Pedro y la animo a sufrir por Cristo y la sano de heridas.
Al encontrarla sana al día siguiente, el tirano le pregunto: ¿Quién te ha curado? Ella respondió: «He sido curada por el poder de Jesucristo». El malvado le grito: ¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido? Y la joven le respondió: «Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien amo y llevo en mi corazón».
Enojado el gobernador la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración: «Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma». Y diciendo esto expiró. Esto fue el 5 de febrero del año 251.