Lectura del día 18 de Julio 2020
Lectura del día 18 de Julio 2020
1ª lectura: Desean los campos y se apoderan de las casas.
Lectura de la profecía de Miqueas 2,1-5
¡Ay de los que traman el crimen y planean pérfidas acciones en sus camas.
En cuento apunta el día las ejecutan, porque tienen el poder!
Desean campos y los roban, las casas, y se apoderan de ellas; oprimen al cabeza de familia
y a los suyos, explotan al ciudadano y sus bienes.
Por tanto. esto dice el Señor:
«Yo también tramo contra estas gentes un mal del que no podréis apartar el cuello y no
andaréis con la cabeza alta, pues serán malos tiempos aquellos.
Aquel día os dedicarán una sátira, se cantará una elegía que diga:
“Estamos totalmente perdidos, pues se reparte el lote de mi pueblo; ¿cómo se volverá hacia
mí para restituir nuestros campos que ahora está repartiendo?”.
Por ellos, no tendrás quien te eche a suertes un lote en la asamblea del Señor».
Salmo: Sal 9,22-23.24-25.28-29.35
R. No te olvides de los humildes, Señor.
¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
En su soberbia el impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado. R.
El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas. » R.
Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho,
para matar a escondidas al inocente. R.
Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano. R.
Aleluya 2 Cor 5, 19ac
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo,
y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R.
Evangelio: Les mandó que no lo descubrieran. Así se cumplió lo dicho
por el profeta.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 12, 14-21
En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.
Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles
que no lo descubrieran.
Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi
espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará
su voz por las calles.
La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho
a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».