Lectura del día 03 de Agosto 2020 - Encuentro con tu ángel

Lectura del día 03 de Agosto 2020

Lectura del día 03 de Agosto 2020

1ª lectura: Jananías, el Señor no te ha enviado, y tú has inducido
al pueblo a una falsa confianza.
Lectura del libro de Jeremías 28, 1-17

El mismo año, el año cuarto de Sedecías, rey de Judá, el quinto mes, Jananías, hijo de Azur, profeta
de Gabaón, me dijo en el templo, en presencia de los sacerdotes y de toda el pueblo:
«Esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: “He roto el yugo del rey de Babilonia. Antes de dos
años devolveré a este lugar el ajuar del templo, que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tomó de este
lugar para llevárselo a Babilonia. A Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a todos los desterrados
de Judá que marcharon a Babilonia, yo mismo los haré volver a este lugar – oráculo del Señor – cuando
rompa el yugo del rey de Babilonia”».
El profeta Jeremías respondió al profeta Jananías delante de los sacerdotes y de toda la gente que
estaba en el templo.
Le dijo así el profeta Jeremías:
«¡Así sea; así lo haga el Señor! Que el Señor confirme la palabra que has profetizado y devuelva de
Babilonia a este lugar el ajuar del templo y a todos los que están allí desterrados. Pero escucha la
palabra que voy a pronunciar en tu presencia y ante toda la gente aquí reunida: Los profetas que nos
precedieron a ti y a mi, desde tiempos antiguos, profetizaron a países numerosos y a reyes poderosos
guerras, calamidades y pestes. Si un profeta profetizaba prosperidad, sólo era reconocido como profeta
auténtico enviado por el Señor cuando se cumplía su palabra».
Entonces Jananías arrancó el yugo del cuello del profeta Jeremías y lo rompió.
Después dijo Jaranías a todos los presentes:
«Esto dice el Señor: “De este modo romperé del cuello de todas las naciones el yugo de Nabucodonosor,
rey de Babilonia, antes de dos años”».
El profeta Jeremías se marchó.
Vino la palabra del Señor a Jeremías después de que Jananías hubo roto el yugo del cuello del profeta
Jeremías.
El Señor le dijo:
«Ve y dile a Jananías: “Esto dice el Señor: Tú has roto un yugo de madera, pero yo haré un yugo de
hierro. Porque esto dice el Señor del universo, Dios de Israel: Pondré yugo de hierro al cuello de todas
estas naciones para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y se le sometan. Le entregaré
hasta los animales salvajes”».
El profeta Jeremías dijo al profeta Jananías:
«Escúchame, Jananías: el Señor no te ha enviado, y tú has inducido a este pueblo a una falsa
confianza. Por tanto, esto dice el Señor: “Voy hacerte desaparecer de la tierra; este año
morirás porque has predicado rebelión contra el Señor” ».
Y el profeta Jananías murió aquel mismo año, el séptimo mes.

Salmo: Sal 118, 29. 43. 79. 80. 95. 102
R. Instrúyeme, Señor, en tus decretos.

Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley. R.
No quites de mi boca las palabras sinceras,
porque yo espero en tus mandamientos. R.
Vuelvan a mi los que te temen
y hacen caso de tus preceptos. R.
Sea mi corazón perfecto en tus decretos,
así no quedaré avergonzado. R.
Los malvados me esperaban para perderme,
pero yo meditaba tus preceptos. R.
No me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. R.

Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
No solo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. R.

Evangelio: Mándame ir hacia ti sobre el agua.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36

Después que la gente se hubo saciado, enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la
barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo.
Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar
sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
-«¡ Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! ».
Pedro le contestó:
-«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua».
Él le dijo:
-«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza
del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
-«Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
-«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los
de la barca se postraron ante él, diciendo:
-«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron,
pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.