Lectura del día 29 de Agosto 2017 - Encuentro con tu ángel

Lectura del día 29 de Agosto 2017

Lectura del día 29 de Agosto 2017

1ª lectura: Queríamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras
propias personas
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 2, 1-8

Vosotros, hermanos, sabéis muy bien que nuestra visita no fue inútil; a pesar de los sufrimientos e injurias
padecidos en Filipos, que ya conocéis, apoyados en nuestro Dios tuvimos valor para predicaros el Evangelio
de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni
usaba engaños, sino que, en la medida en que Dios no juzgó aptos para confiarnos el Evangelio, así lo
predicamos: no para contentar a los hombres, sino a Dios, que juzga nuestras intenciones.
Bien sabéis vosotros que nunca hemos actuado ni con palabras de adulación ni por codicia disimulada,
Dios es testigo, ni pretendiendo honor de los hombres, ni de vosotros ni de los demás, aunque, como
apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado con autoridad; por el contrario, nos portamos con delicadeza
entre vosotros, como una madre que cuidad de sus hijos.
Os queríamos tanto que deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias
personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

Salmo: Sal 138, 1b-3. 4-6 (R:1b)
R.: El Señor, tú me sondeas y me conoces

Señor, tú me sondeas y me conoces. Me conoces cuando me siento o me levanto de lejos penetras mis
pensamientos; distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R.
No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya Señor, te la sabes todas.
Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco. R.

Evangelio: Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el
Bautista
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 17-29

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía
que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo
que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con
gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales
y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la
joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo doy». Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan, el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le
mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza
en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos,
fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.