Lectura del día 04 de Noviembre 2020
Lectura del día 04 de Noviembre 2020
1ª lectura: Trabajad por vuestra salvación, porque es Dios
quien activa el querer y el obrar
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 12-18
Queridos hermanos, ya que siempre habéis obedecido, no sólo cuando yo estaba presente, sino mucho
más ahora en mi ausencia, trabajad por vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios quien activa
en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor.
Cualquier cosa que hagáis sea sin protestas ni discusiones, así seréis irreprochables y sencillos, hijos de
Dios sin tacha, en medio de una generación perversa y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras
del mundo, manteniendo firme la palabra de la vida. Así, en el Día de Cristo, esa será mí gloria, porque
mis trabajos no fueron inútiles ni mis fatigas tampoco. Y si mi sangre se ha de derramar, rociando el
sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría; por vuestra parte, estad
alegres y alegraos conmigo.
Salmo: Sal 26, 1. 4. 13-14
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. R.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R.
Aleluya 1 Pe 4, 14
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
Si os ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados vosotros,
porque el Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. R.
Evangelio: Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus
hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz
y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si
tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él
los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres
podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados
para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».