Lectura del día 15 de Abril 2019
Lectura del día 15 de Abril 2019
1ª lectura: No gritará, no voceará por las calles
Lectura del libro de Isaías 42, 1-7
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu
sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con
verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.
Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da
el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella:
«Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de
un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la
cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Salmo: Sal 26, 1. 2. 3. 13-14
R. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mí vida,
¿quién me hará temblar? R.
Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. R.
Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R.
Versículo
V: Salve, Rey nuestro,
solo tú te has compadecido de nuestros errores
Evangelio: Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura
Lectura del santo Evangelio según san Juan 12,1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado
de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban
con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los
enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus
discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa,
se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre
con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también
para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se
les iban y creían en Jesús.