Lectura del día 11 de Abril 2020
Lectura del día 11 de Abril 2020
1ª lectura: Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Lectura del libro del Génesis 1, 1. 26-31a
Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
Y dijo Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo,
los animales domésticos, los reptiles de la tierra».
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.
Dios los bendijo; y les dijo Dios:
«Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo,
y todos los animales que se mueven sobre la tierra».
Y dijo Dios:
«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los
árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas
las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira».
Y así fue.
Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
Salmo: Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.
La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.
Salmo responsorial de la Segunda Lectura Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
Salmo responsorial de la Tercera Lectura Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18
R. Cantaré al Señor, sublime es su victoria.
Cantaré al Señor, glorioso es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
Él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.
El Señor es un guerrero, su nombre es “El Señor”.
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.
Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es magnífica en poder,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R.
Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás. R.
2ª lectura: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo:
«¡Abrahán!» Él respondió:
«Aquí estoy».
Dios le dijo:
«Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto
en uno de los montes que yo te indicaré».
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña.
Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor
le gritó desde el cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!».
Él contestó:
«Aquí estoy».
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios,
porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el
carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo
único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la
arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la
tierra se bendecirán con tu descendencia, porque me has escuchado mi voz».
Palabra de Dios.
TERCERA LECTURA
Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco
Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15, 1a
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado,
extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo seco.
Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de vosotros, y me cubriré de gloria costa del faraón y
de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me
haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes».
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia.
También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el
campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche
sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor
hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las
aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de muralla a derecha
e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos los caballos del
faraón, sus carros y sus jinetes.
Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la columna de fuego y humo hacia el ejército
de los egipcios y sembró el pánico en el ejercito egipcio. Trabó las ruedas de sus carros , haciéndolos
avanzar pesadamente.
Los egipcios dijeron:
«Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto».
Luego dijo el Señor a Moisés:
«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».
Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo
que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipito el Señor a los egipcios en medio del mar.
Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado en
el mar. Ni uno solo se salvó.
Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a derecha
e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del
mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el pueblo
al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor.
Evangelio: Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10
Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a
ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y
acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la
nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado, No está aquí: ¡ha resucitado!, como había
dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos
y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis.” Mirad, os lo he anunciado».
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de alegría y de alegría corrieron a anunciarlo
a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».